El interés en la permacultura ha crecido enormemente en los últimos 20 años. Países como Estados Unidos, India, Alemania o Inglaterra han experimentado un crecimiento en las diversas instancias en que la permacultura es compartida, tanto a nivel social como educacional. Incluso instituciones continentales como La Unión Europea apoya el desarrollo de iniciativas de permacultura en un marco de desarrollo sustentable. Y a pesar de avanzar de manera lenta y con poca fama, no hay duda de que se ha progresado en sus técnicas y extendido su uso. En este documento, revisaremos uno de los conceptos que envuelven prácticas para un crecimiento sustentable: La agrosilvicultura.
La agrosilvicultura es, según muchos autores, cualquier sistema que combine árboles y cultivos o crianza animal, en la misma área física, como una alternativa a los cultivos tradicionales. De esta manera, crear sistemas resilientes que coexisten con los sistemas naturales a la vez que producimos alimentos y recuperamos la biodiversidad. Algunos investigadores han sugerido que se puede lograr plantando bosques en los cultivos o llevando granjeros a los bosques para crear estos sistemas con alto potencial sustentable.
Algunas prácticas de agrosilvicultura han sido desarrolladas antes de la explosión del interés en esto de los últimos años. Lo más tradicional, y aplicado en muchas culturas en diferentes continentes, es dejar árboles sin cortar cuando se limpia un área para hacer cultivo. Estos árboles dan sombra (para especies que lo necesitan, como la planta del café) y follaje que pueden ser utilizados para la siembra o para la mantención de las plantas (como abono o relleno). A esta técnica podemos sumarle el de cultivar en zonas de bosque o plantar árboles de bosque en los cultivos productivos, el llamado sistema Taungya.
Otra técnica de agrosilvicultura es la que podemos encontrar en los campos de arroz. En Asia, mas tradicionalmente se ha realizado cultivos integrados de peces y arroz. Realizaciones más modernas han incluido bisontes, bambú y pino para hacer un ciclo integral de los nutrientes. De esta manera, se crea un sistema resiliente y altamente productivo, donde se pueden obtener varios productos de manera sustentable. Inclusive existen aplicaciones de esta idea en zonas de clima árido, donde se utilizan árboles de raíz profunda en combinación con ganado algunos cultivos menores. Estos árboles extraen el agua de napas subterráneas muy profundas, por lo que tienen el potencial de aumentar la fertilidad de los suelos y de aumentar la humedad de los mismos, contribuyendo a mejorar las condiciones productivas y disminuir los costes energéticos y de otros recursos.
Existen más aplicaciones de la agrosilvicultura, casi todas basadas en aprovechar los beneficios de una especie de árbol para maximizar la producción y minimizar o revertir el impacto ambiental. Ya se han visto estos efectos en la recuperación de fauna de los suelos, capturar carbono atmosférico, reducir la contaminación por nitrógeno, fósforo y pesticidas comparado con cultivos tradicionales, entre algunos otros. Y si bien algunos autores señalan que dependen del lugar y de los factores biofísicos, no cabe duda de que existen situaciones y contextos donde resulta realmente beneficioso. Las futuras investigaciones ayudarán a arrojar más luz a cómo debemos plantear estas prácticas y la forma más conveniente de hacerlo. Es una prometedora herramienta para combatir no solo el cambio climático sino, además, otros daños medioambientales que pueden ser decisivos para nuestro desarrollo como especie y sociedad.
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